sábado, 19 de diciembre de 2009

Dioses wiccanos





Desde el principio de la Historia, los seres humanos han buscado y explicado la divinidad a través de la naturaleza. En la brujería esta tradición permanece.

Las brujas y brujos veneran a una Diosa, considerando la entidad femenina como la principal, representada por la madre naturaleza, o sea, la “Gran Madre”. La diosa está representada por la Luna, en este caso llamada “Diosa Triple”, o Hécate, de la mitología
Cuando hablamos de la Diosa, siempre debemos recordar que ella no solo está en el el cielo, es decir, con otras palabras, en el “mundo de los dioses”: La Diosa está dentro de cada uno de nosotros.

Muchas brujas utilizan el término “Gran Madre” para referirse a la Diosa. No importa la forma en que ella esté representada y sí el respeto a Ella se le tiene. En la brujería, cuando la Diosa toma la forma de la Luna se la llama Diosa Triple porque la Luna posee tres fases principales y una cuarta (luna menguante) que es el intervalo existente entre un ciclo y otro.

Además de una diosa, también veneramos a un dios, porque solamente con la unión de lo femenino y de lo masculino se puede establecer un equilibrio. Este dios está representado por el Sol. Podemos llamarlo “Dios Cornífero”, o Dioniso, de la mitología griega. Griega.
El Dios Cornifero, por el hecho de poseer cuernos, es conocido como una entidad del mal por la cultura cristiana, siendo confundido con el Diablo. Pero todas las brujas saben que esto es un gran error.

Primero, porque el Dios Cornífero no es una entidad del mal y, segundo, porque sus cuernos representan la sabiduría divina, el inconsciente profundo de las personas y la fuerza creadora del mundo. Su símbolo es fálico, puro, natural, instintivo y primordi

En principio esto puede parecer extraño. Pero el Dios Cornífero primero hace el papel de amante de la Diosa para que esta pueda engendrar y dar a luz al propio Dios Cornífero que en este momento hace el papel de hijo y, cuando crece, nuevamente toma la forma de su amante.

Con esta leyenda aprendemos que la entidad femenina es única y la entidad masculina también es única. Ambos, juntos, forman las fuerzas del cosmos.
Esta leyenda tiene un significado profundo y se explica detalladamente en los pasajes de los sabaths. En los sabaths celebramos las cuatro estaciones del año y sus pasajes, basados en la leyenda de la creación, o sea, de la relación del Dios y la Diosa. En esas celebraciones aprendemos que la transformación de la naturaleza es el reflejo de la transformación del espiritual.
Los dioses de la brujería se pueden describir de varias formas, pero en verdad no tienen una forma corpórea y no son falsos dioses creados para enrollar a las brujas o brujos desorientados.

Nuestros dioses son los símbolos que más pueden representar la naturaleza humana y cósmica del anima (fuerzas femeninas) y del animus (fuerzas masculinas), aun así, no separados, ya que forman parte de la creación de un “todo”.

El “todo” es una fuerza total e infinita que está presente en todas las formas, espacios y tiempos. Es una fuerza creadora y al mismo tiempo existencial, es el cosmos y el caos, es la fuerza que viene de la “nada”, es el origen del círculo de la Diosa y del Dios. Por ser una unión de todas las fuerzas, cada uno de nosotros forma una parte que compone esa mente única y omnipresente. Por eso estamos interconectados unos con otros.

El mecanismo de funcionamiento del Universo existe porque dependemos unos de otros, un acontecimiento se origina en otro. En fin, es un mecanismo “circular”. En la brujería, todo lo que termina vuelve a comenzar

Diosa Triple
A la Diosa Triple se la retrata como a una diosa que posee tres caras: la cara de virgen, de la madre y de la anciana. Estas tres caras simbolizan las tres fases de la vida de la mujer, asemejándose, respectivamente, a las tres principales fases de la Luna. El hombre vive estas fases de manera inconsciente.


Los ciclos de la vida de la Diosa no terminan nunca: todo final de vida es el comienzo de otra vida diferente a la anterior.


Cuando las brujas hacen su ritual de iniciación, primero intentan solucionar los problemas que tuvieron pendientes de resolver para que no obstaculicen su nueva vida de bruja con el fin de obtener el máximo beneficio del ciclo actual. El presente nunca debe estar ocupado solamente en pensar en el pasado o en el futuro; pues de ese modo nunca se podrá construir el futuro.
LUNA NUEVA
La Luna nueva indica anticipación del nuevo ciclo. Indica el comienzo de todo, anticipando el nacimiento de la Diosa. Es el momento de los preparativos, de la meditación sobre nuevos proyectos y caminos. Los hechizos que realizamos en esta época están siempre vinculados a las cosas nuevas, un nuevo amor, un nuevo empleo, una nueva época. En fin, una nueva fase de la vida
LUNA CRECIENTE
La Luna creciente simboliza el aspecto virginal de la Diosa, encauzando el proyecto elegido en la luna nueva. Es el descubrimiento de la propia capacidad y coraje, es la búsqueda del amor y de los sueños. Los hechizos que se deben realizar deben estar siempre vinculados a enfocar de nuevo nuestros antiguos proyectos. Podemos entregarnos a la conquista de un amor perdido, podemos intentar reconciliar una vieja amistad, recuperar el dinero perdido en vano, invertir en negocios ya iniciados, tratar una enfermedad que nos molesta desde hace tiempo
LUNA LLENA
La Luna llena simboliza el aspecto materno de la diosa. Es un momento decisivo, es el momento del juicio y de la realización. Las energías de la Diosa están totalizadas y es el momento justo para actuar en concreto con las elecciones hechas, valorando la eficacia de estas elecciones. El camino que proyectamos en la luna nueva e iniciamos con la luna creciente está en el momento de ser recorrido o abandonado con la luna llena..
LUNA MENGUANTE
La Luna menguante simboliza el aspecto anciano de la Diosa. Es un estado final de un ciclo de vida, el resultado de nuestros esfuerzos, el fruto bueno o malo que recogeremos según la semilla que hayamos plantado. Indica el ciclo completo, representando a la mujer sabia y experta que reconoce los errores y los aciertos en la vida. En esta fase, nunca inicie proyectos nuevos o haga hechizos relacionados con comienzos porque menguaran junto con la luna. En esta fase, miramos hacía atrás para analizar todo lo que hemos hecho últimamente, con el fin de descubrir nuestros errores, defendernos de ellos e intentar repararlos. Nunca es tarde para corregir un error siempre que el arrepentimiento llegue desde el fondo del corazón. Quizá no podamos volver atrás después hecho el mal, pero debemos estar conscientes de que para el próximo ciclo, nuestra alma renacerá junto con la Diosa, y tendremos nuevas oportunidades para purificarnos y no quedarnos amarrados en el pasado. Saba
Sabaths

Los sabaths se dividen en ocho festividades, celebradas anualmente. Son conmemoraciones tradicionales de la brujería y tienen su origen en las antiguas religiones paganas europeas anteriores al cristianismo.

Los sabaths tienen su origen en las tribus celtas y chamánicas. Los cuatro sabaths mayores son: Samhain, Imbolc, Beltane, Lammas. Los cuatro sabaths menores son: los solsticios de invierno y de verano y los equinoccios de primavera y otoño. También son llamados los cuatro sabaths mayores los "Cuatro Cuartos" y los cuatro sabaths menores los "Cuatro Cruzados".

Los sabaths conmemoran las transformaciones de la naturaleza según las estaciones del año, y sus festividades se basan en las leyendas contadas por los pueblos antiguos. En la brujería, la leyenda que se cuenta es sobre la vida del Dios Cornífero y las transformaciones de la Diosa.

En el calendario celta, el año era visto como un círculo en el cual todo fin marca el inicio de un nuevo ciclo

El sabath Samhain, popularmente conocido como el "Día de las Brujas", es el periodo comprendido entre el año viejo y el año nuevo. Este periodo viene fijado como el 31 de octubre.

Como ya sabemos, las estaciones son siempre diferentes entre el hemisferio Norte y el hemisferio Sur, por lo tanto, las brujas deben celebrar los sabaths de acuerdo con la estación correspondiente a su hemisferio.

A los sabaths se les llama "Días de poder" y es cuando se rinde homenaje al aspecto solar del Dios Cornífero. Son épocas ideales para la renovación y la purificación de nuestras energías. Los sabaths son también días de fiesta para homenajear la fuerza creadora y transformadora de la naturaleza.

Numerología




Pocas cosas hay en este mundo que no puedan ser relacionadas con un número; se podrían contar con los dedos de una mano. Así fue, justamente cómo la humanidad encontró de modo natural y simple un sistema adoptado universalmente: el decimal, originado en el número de dedos de ambas manos. Hasta un niño pequeño cuenta con sus deditos para aprender, más tarde, que un número es la expresión de una cantidad determinada en relación con la unidad.


Unidad. Uno. Infinito. Qué si no el ansia de captar el sentido de infinitud puede haber impulsado al hombre a contar y calcular más allá de su propio entorno y crear las matemáticas y la astronomía.


En realidad, todo parece haber comenzado por necesidad: si las antiguas civilizaciones de Babilonia, Egipto, India y China debían medir sus tierras, establecer horarios para sus actividades y fijar fechas para sembrar y cosechar, entre otras cosas, no podían menos que recurrir al número que Les posibilitara tener noción de la medida y los lapsos transcurridos.


Espacio, tiempo, altura, volumen, peso. Tradición y sabiduría; razón y luz; imaginación de lo que no tiene ni puede tener ni fin ni término; punto de partida.


Aunque se desconoce su origen, los números, inabarcables, están presentes en todos los órdenes de la vida. El filósofo y matemático griego Pitágoras, por ejemplo, consideró al número como principio de todas las cosas en tanto que su compatriota contemporáneo Aristóteles retrataba el universo como una escala musical numérica. Las diferencias entre las personas podrían ser cotejadas por miles, pero hay algo que es común a todos: contar, y hacerlo de diez en diez. No existe religión, idioma, forma de gobierno, ley ni idea filosófica que pueda presumir de tal universalidad.


Los Números hablan, poseen significados ocultos; se vinculan con el alfabeto, el destino. Tienen poder.


Los caldeos, creadores de la Astrología y de cuyo idioma proviene la palabra “magia”, creían en la omnisciencia del número y en su secreto poderío. Pero no sólo ellos. En los antiguos pueblos de la India, Egipto y China, las personas estaban convencidas de sus propiedades cabalísticas de algunos números hasta el punto de que Les atribuían propiedades mágicas.


El tiempo, sin embargo, y las distintas creencias fueron responsables de que ciertos números adquirieran cualidades específicas. Pero todos los números significan algo y de ello se encarga la ciencia oculta de los números, combinación de matemáticas, astronomía y astrología: LA NUMEROLOGÍA, nacida en Babilonia, utilizada por caldeos, indios, chinos, egipcios, griegos y romanos, y también registrada en la Cábala, el misticismo hebreo.


A través de la numerología podemos adentrarnos en nuestro propio yo, conocer las capacidades y talentos potenciales que somos capaces de desarrollar e incluso determinar cuando hacerlo.

0 El cero es el número perfecto, es el universo y el infinito. Un auténtico milagro con simbología propia y diversa.
1 El uno es la unidad, el Ser Supremo.
2 El dos la pareja, la unión, la igualdad.
3 El tres es la tríada: Dios, Hijo y Espíritu. Se unen las tres fuerzas más grandes del universo.
4 El cuatro son lo elementos: agua, tierra, fuego y viento, o los puntos cardinales: norte, este, sur y oeste.
5 El cinco es un número ideal, es el número del pentáculo: un símbolo mágico de luz.
6 El seis es la doble fuerza del tres, muchos le tienen miedo por relacionarlo con el número diabólico, pero todo depende para qué lo vas emplear.
7 El siete son los 7 días de la semana, 7 colores del espectro, siete planetas del Sistema Solar (antiguamente).
8 El ocho es el doble de los cuatro elementos y los puntos cardinales, así que es un número fuerte, pero en su simbología encierra a dos ceros, por lo que también representa el infinito y más allá.
9 El nueve es el más poderoso de los números al triplicar la energía del tres.
13 El trece, con su injusta fama de causa de desgracias.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

sábado, 12 de diciembre de 2009

LAS MANOS INVISIBLES.



Esta historia le ocurrió a una chica de unos dieciocho años que, según me confesó, apenas tuvo miedo. Y la admiro, pero yo sé que aquella no fue su única historia. Llamémosla Lorena.
Alguna vez, en la familia de Lorena ya había ocurrido que a sus hermanas les habían acariciado el pelo, la espalda o incluso empujado... La noche en que le ocurrió a Lorena este breve episodio dormía sola. Compartía habitación con su hermana pequeña, pero ella no estaba.
Se abrazó a la almohada, dejándose llevar por el sueño estirada y con el rostro hacia el techo. La almohada estaba agarrada por su brazo izquierdo, y allí permació todo el tiempo.
Cuando ya estaba empezando a dormirse ocurrió:
Un golpe seco debajo de su ombligo y encima de su pubis la despertó de golpe. Casi se levantó pero no lo hizo, tan solo permaneció quieta mirando a su alrededor y analizándolo todo: la almohada no había sido, seguía abrazada a su izquierda... estaba sola, nadie había tenido tiempo de entrar, pegarle y luego salir...
Pensó y recordó otro episodio, cuando un fin de semana se había marchado con unos amigos a celebrar un weekend en una casa de Icona en mitad de una montaña de Ayora. Todos iban a ponerse hasta arriba de tripis, pero ella no lo hizo. Tenía el suyo, pero no lo tomó, simplemente lo guardó.
La casa tenía apenas dos habitaciones: donde se dormía -un amplio cuarto donde había tirado en el suelo un colchón de matrimonio y una litera de madera-, y el salón, donde se pensaban correr la juerga.
Menos una pareja que se marchó a la habitación, el resto permaneció en el salón tomando tripis, fumando porros y bebiendo alcohol. La fiesta no acabaría hasta el día siguiente. Lorena, por algún extraño motivo, no hizo nada de eso, y decidió irse a dormir.
No era cómodo tumbarse allí con aquella pareja que -si bien no estaban haciendo nada- sí buscarían algo de intimidad, pero por algún motivo que ni ella sabía, Lorena decidió tumbarse en una esquina de la litera, con el cuerpo pegado a la madera, los brazos flexionados en dirección hacia su cabeza, sin apenas un sólo hueco por el que alguien pudiera hacer lo que hizo: tocarle el pecho.
No recordaba si era el izquierdo o el derecho cuando me lo contó, pero sí recordaba la sensación de pánico que sintió. Algo había tocado su pecho como si lo amasara, y no había espacio entre sus brazos para conseguir tal hazaña.
También en aquella ocasión, tras sentir un escalofrío en la espalda y notar cómo abría desmesuradamente los ojos por el miedo, analizó la situación. La pareja seguía tumbada en su rincón, y no había nadie más.
Su determinación fue más que sorprendente. Se dijo: si tengo que sufrir alucinaciones, al menos que sea con un tripi en el cuerpo. Curiosamente, el resto de la noche no le ocurrió nada más. Se comió su tripi, bebió alcohol y se rió con el resto de su grupo.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Varney el Vampiro


A continuación se transcribe el texto, traducido al español del primer capítulo de Varney el Vampiro. La edición no da crédito al traductor.
EL VISITANTE DE LA TORMENTA THOMAS PRESKETT PREST
Las doce solemnes campanadas del viejo reloj de la catedral acaban de anunciar la medianoche. El aire es pesado, denso, y una extraña quietud de muerte invade la naturaleza. Todo parece algo así como una inmensa tumba.
Mas de pronto, el paisaje cambia. Empieza a granizar. Sí. Una tormenta de granizo ha estallado sobre la ciudad. Las hojas de los árboles y sus ramas más tiernas son diezmadas. Los cristales de las ventanas son azotados con furia por el helado pedrisco, y se rompen, y aquel mundo de silencio de antes se convierte en un estruendo que ahoga los gritos de sorpresa y consternación de los habitantes de la ciudad que ven sus hogares invadidos por la tormenta. ¡Vaya tempestad! ¡Granizo, lluvia y viento! Ciertamente, una noche infernal.
En una vieja casa hay una antigua habitación. Raros y abundantes labrados adornan las paredes y hasta la gran chimenea resulta una curiosidad por sí misma. El techo es bajo, y un largo ventanal, que va de pared a pared y de arriba a abajo, mira hacia el Oeste. Este ventanal se compone de muchos paneles que enmarcan cristales con singulares figuras pintadas en vivos colores y que proporcionan al aposento una extraña y bella luz cuando el sol o la luna da en ellos.
Hay una cama en la habitación, construida con madera de nogal, de un diseño exquisito y bellamente labrada también. Se trata de una gran obra de artesanía de la época isabelina. De la parte superior cuelgan sedas y damascos. Algunos penachos de plumas, no faltos de polvo, pueden verse en los rincones y todo el aspecto en sí del aposento tiene algo de fúnebre. El pavimento es de roble pulido.
¡Dios! ¡Hay que ver con qué fuerza golpea el granizo en la vieja ventana! Parece como si un batallón de fusilería descargara sin cesar contra los pequeños vidrios, pero éstos resisten. Su reducido tamaño los salva. El granizo, la lluvia y el viento descargan en vano su furia contra ellos.
La cama de aquella vieja habitación no está vacía. Una hermosa criatura, bella y joven como una mañana de primavera, yace en ella medio dormida, con su espléndida cabellera extendida sobre la almohada. Se nota que su sueño no ha sido tranquilo y reparador porque las ropas de la cama están muy revueltas. Uno de los brazos descansa sobre la cabeza y el otro cuelga de un lado de la cama. Su cuello y su pecho son tan hermosos que parecen hechos por algún genio de la escultura. En su adormecimiento, mueve los labios ligeramente como si estuviera recitando una plegaria a Aquel que vino al mundo a sufrir por todos nosotros.
Como cuando se acostó estaba tan fatigada, la tormenta no ha tenido suficiente fuerza para truncar su sueño aunque sus furiosos elementos sí se lo han alterado.
¡Oh! ¡Qué hechizo emanaba de aquella boca entreabierta en la que podía verse una hilera de dientes como perlas que incluso con la sola leve luz que entraba por el ventanal podían brillar! Sus largas pestañas yacían sobre sus mejillas. Se mueve un poco y queda un hombro al descubierto. Su piel es suave como la seda. Se trata, en suma, de un capullo de mujer. ¿Relampaguea? Sí. Un terrorífico y vívido flash seguido del estruendo de un gran trueno da la impresión de que en el cielo unas montañas se abalanzan sobre otras. ¿Quién duerme ahora en la vieja ciudad? Nadie. La temible trompeta de la eternidad no hubiera despertado a sus habitantes con más eficacia.
La granizada continúa. El viento también. La furia de los elementos parece hallarse en su punto álgido. La muchacha que descansa en la antigua cama se despierta, abre sus azules ojos y un grito de alarma sale de sus labios. Pero el grito queda ahogado por el estruendo de la tormenta. Se incorpora en la cama y se restriega los ojos. Un gran relámpago se estrella contra el ventanal, iluminando con su fantasmagórico luz el aposento y haciendo resaltar las figuras de los cristales.
Un grito de terror sale de la boca de la joven, mientras con los ojos fijos en la ventana, ahora oscura, su cuerpo tiembla.
«¿Qué es lo que ha sucedido?», se pregunta con angustia. «¿Ha sido una visión real o pura imaginación?» «¡oh, Dios!» Sí, lo ha visto. La luz del relámpago se lo ha mostrado. Una figura alta y delgada, de pie, junto al ventanal, intentaba abrir desde el exterior.
El viento se ha calmado un poco, el granizo ya no cae con tanta fuerza, pero un extraño repiqueteo sigue proviniendo de la ventana. No puede ser figuración suya. Está despierta y oye. «¿Qué es lo que puede producir aquello?» Un nuevo relámpago y otro grito. Ahora ya no se trata de ninguna ilusión. Una figura alta y flaca permanece en el borde exterior del ventanal. Son las uñas de sus dedos las que siguen produciendo aquel ruido, ahora que el granizo ha cesado. Un miedo intenso la paraliza, y con las manos entrelazadas, el corazón latiéndole tan violentamente que parece que le va a estallar, el rostro como el mármol y los ojos dilatados y fijos en la ventana, permanece inmóvil.
El ruido de las uñas golpeando los cristales continúa. No se oye una palabra, y ella sigue distinguiendo la oscura figura, una figura con largos brazos que se mueven como alas y que, de alguna manera, trata de entrar.
¿Qué extraña luz es ésta que ahora va invadiendo el ambiente? Roja, terrible, y cada vez más brillante. Un rayo ha caído en una fábrica incendiándole y el reflejo del fuego que rápidamente consume el edificio da contra el amplio ventanal. La figura sigue allí, golpeando los cristales con sus largas uñas, unas uñas que parece no han sido cortadas durante años y años.
La joven quiere gritar, pero no puede. Sus labios parecen haberse vuelto de plomo. Aquello es demasiado horrible. Apenas si puede susurrar «¡Socorro! ¡Socorro!» Y sigue repitiendo esta palabra como en una imperceptible letanía.
El rojo resplandor del incendio continúa iluminando la terrorífica figura pegada a la ventana. Un panel de ésta es roto y por él penetra una mano larga, que parece falta de carne; fuerza la cerradura, quedando media hoja del ventanal abierta y girando sobre sus goznes.
La muchacha no puede ni gritar ni moverse. Tan sólo sigue susurrando, «¡Socorro! ¡Socorro!»
«¡Oh, Señor! ¡Qué horrible visión la que tiene delante de sus ojos! Una visión tan espantosa que es capaz de anular de golpe todo lo bello que uno haya podido ver en este mundo.»
La figura se vuelve y la luz le da de lleno en la cara. Ésta es blanca, sin sangre, los ojos como de metal pulido, y de sus labios estreabiertos salen unos dientes largos, blancos y afilados, como de animal salvaje dispuesto a atacar.
La figura se aproxima hacia la cama con extraño y deslizante movimiento, chasqueando sus largas uñas que parecen colgar de sus dedos. Ningún sonido sale de la boca de la joven. Tan atenazada está por el terror que ni tan siquiera puede abrirla para pedir socorro. «¿Estará volviéndose loca?»
El poder de sus articulaciones desaparece, aunque puede deslizarse por sí misma hacia el lado de la cama a donde se acerca la terrorífica aparición. Sus ojos están fascinados por la mirada de aquellos ojos metálicos que se inclinan hacia su rostro. Ahora, la enorme y horrenda figura parece reducirse, siendo su cara lo que más destaca de ella. «¿Por qué sucede así? ¿Qué necesita de allí? ¿Qué es lo que la hace tan horrible? ¿Cómo podía existir en la tierra un ser tan insólito y tan repulsivo y qué hacía precisamente allí?»
Cuando estaba al borde de la cama, la figura se detuvo y pareció como si la vida en la muchacha se detuviera también. Inconscientemente se agarró a las ropas de la cama. Su respiración era entrecortado y densa, su pecho se elevaba palpitante y sus labios temblaban mientras seguía sin poder apartar los ojos de aquella cara de mármol cuyos relucientes ojos metálicos la anulaban.
Ha cesado la tormenta. Los vientos se han apaciguado y ha renacido la calma. El viejo reloj de la catedral ha dado la una. Un silbante sonido sale del pecho de aquel terrorífico ser y levanta sus largos y flacos brazos. Mueve los labios, avanza. La muchacha pone en el suelo uno de sus pequeños pies. Inconscientemente arrastra la ropa con ella. La puerta del aposento se halla en aquella dirección. ¿Podrá alcanzarla? ¿Podrá andar? ¿Podrá apartar sus ojos de los de aquel intruso y romper el terrorífico encantamiento? ¿Es todo esto real o tan sólo un mal sueño pero tan intenso como para trastornar el juicio?
La figura se detiene de nuevo y, mitad en la cama, mitad fuera de ella, la muchacha sigue temblando, sus largos cabellos formando un río sobre la almohada. Esta pausa debió durar un minuto, pero un minuto que fue de agonía. Un minuto bastó para que la locura consumara su trabajo.
Con una súbita rapidez que no hubiera podido ser ni prevista, con un extraño alarido que hubiera bastado para aterrar al corazón más valiente, asió los largos cabellos de la muchacha, los retorció con sus huesudas manos y la ató con ellos.
Entonces, ella gritó —el cielo le había concedido de nuevo la facultad de poder gritar—. A un grito sucedió otro, y otro. Las ropas de la cama cayeron y ella fue arrastrada, mientras en sus bellos labios aparecía el rictus de la agonía.
Los metálicos y terroríficos ojos de la figura miraban aquel angélico cuerpo con demoniaca satisfacción. Arrastró su cabeza hasta el borde de la cama, la dobló hacia atrás y, hundiendo sus afilados dientes en su blanco cuello, chupó su sangre. La muchacha quedó desfallecida y el vampiro apuró hasta el final su banquete.